¿Esa es la cuestión?
Editorial de Jorge Rulli
miércoles, 7 de abril de 2010
En este año 2010, el extravío colectivo del sentido común pareciera agudizarse. A tal punto que uno experimenta la sensación de vivir épocas similares a las de aquel año 74 en que la intemperancia, el sectarismo y la desconexión con la realidad llevaron a tantos bien y mal intencionados, a jugar contra el país y contra sus instituciones.
En realidad, muchos de aquellos apresurados, dispuestos a sacrificarlo todo con tal de cumplir sus propias profecías, ahora están en el Gobierno o en altos cargos funcionariales. Son los mismos, un poco más viejos, seguramente, pero no han cambiado su extraña manera de razonar y además, se han reproducido gracias a los dineros del Estado y a un extendido clima de resistencia a comprender las nuevas situaciones de dependencia colonial que configura la globalización para nuestro país.
Estos dementes políticos, sistemáticos anticipadores de Apocalipsis profanos y deudores de un pensamiento binario y confrontativo, han logrado generar su propio correlato opositor en el espejo de una Argentina partida al medio, en que las preocupaciones de todos aquellos que sufrimos por el país y su destino son ignoradas. Pareciera que un modo natural de actuar en política es el de alimentar los rescoldos con gasolina, mientras el grueso de la población no termina de comprender qué se discute…
En estas prácticas de fogoneo, la política ha perdido todo rumbo y toda credibilidad, en medio de simulacros y enmascaramientos, resulta imposible saber por los discursos y las proclamas cuáles son los objetivos de qué se trata y basta para el común persuadirse que todos son negocios y que además, los unos son iguales a los otros, para que la población se margine de la política, dejándoles el campo orégano a las bandas que como jauría de perros salvajes disputan los restos del festín de lo que alguna vez fuera un gran proyecto de país…
No nos sentimos ajenos a ese rechazo visceral que experimenta el grueso de la población, que se niega a tomar partido por alguna de las bandas corsarias. No aceptamos ver a la Argentina como un drama de capuletos y montescos, tratamos de no pensar binariamente sino que nos esforzamos por reivindicar la complejidad del pensamiento para comprender a un mundo cada vez más y más complejo, y tratamos de comprender los mecanismos enfermos de esos pensamientos prisioneros que conducen a una lógica de la confrontación y de la desmesura permanente.
En estos días el clima antidestituyente es tan fuerte que casi hace olvidar algo elemental, que debería haber un clima destituyente que lo justificara. El comportamiento de la oposición es sencillamente penoso, su mediocridad y sus rencillas se suman a la disposición a venderse o alquilarse de un número significativo de sus miembros. Las consecuencias paradójicas de esta situación en que la realidad es conducida a cachetazos es que, quienes fueron derrotados en las últimas elecciones parecieran tener mayores poderes ahora, cuando están en minoría, que los que tenían cuando atropellaban las urnas con los votos.
No obstante, el escándalo de remembranzas setentista y la práctica viciosa de la victimización, parecieran imponerse sobre toda razón, y todos, queramos o no queramos, quedamos envueltos en la lógica demencial de la irrealidad y de los enfrentamientos.
En estos días en que un programa televisivo desde un canal del Estado, dedicado a la obsecuencia fácil y bien pagada, convoca con patético dramatismo, a defender al gobierno desde la Plaza de Mayo, no he podido dejar de recordar al Movimiento Todos por la Patria y aquel absurdo asalto a los cuarteles de la Tablada por parte de Gorriarán Merlo y de quienes lo seguían.
Estamos en el mismo escenario de patológica irrealidad, un espacio en que nos envolvemos de discursos y terminamos aislándonos y emborrachándonos con las propias palabras. Es lo que se llama una profecía autocumplida o efecto Pigmalión. Es una expectativa que incita a actuar de tal manera, que las expectativas terminan tornándose ciertas. Los que asaltaron el cuartel de la Tablada estaban tan convencidos de que se venía un golpe militar que al fin y por anticiparse a lo anunciado, el golpe militar aunque irrisorio, y no por ello menos trágico, lo dieron ellos mismos.
Un conocido propagandista de estas teorías, en este caso desde la Facultad de periodismo de la Universidad de La Plata, y nos hace imaginar y temer el clima en que se trata de formar a nuestros jóvenes, nos lo dice esta semana sin ambages: “Golpe, destitución o neogolpe. No se trata de una cuestión semántica sino política. La derecha variopinta trampea la letra y el espíritu de las leyes para impedir que el gobierno gobierne y provocar la caída de la presidenta”… y nuestro autor, aparentemente experto en alimentar las brasas y convertirlas en incendio, prosigue con implacable lógica y lenguaje militar y refiriéndose a la Senadora Latorre, rápida para pasarse de bando en el gran mercado de la política argentina: “El conglomerado amorfo de la derecha contaba con su voto para relevar del cargo a la flamante presidenta del Banco Central Mercedes Marcó del Pont, pero la senadora se les dio vuelta; lo que provocó un cataclismo en las fuerzas que apuntan hacia un único objetivo: obstaculizar toda medida adoptada por el gobierno, con la intención de impedir su gestión y desembocar en un proceso destituyente, es decir en un golpe de Estado, golpe blando o neogolpe. El Parlamento se convirtió en un verdadero campo de batalla, sobre el cual los principales representantes del oficialismo vienen trabajando con denuedo para socavar las filas derechistas. La actitud lograda por parte de Latorre da cuenta de por lo menos dos hechos: de la hábil capacidad de maniobra del oficialismo con minoría en las Cámaras y de que la oposición no es tal como bloque, que sólo se aglutinan para violar la Constitución; en ese marco la actitud de la legisladora santafecina es más que loable, puesto que privilegió el orden institucional”.
Un conocido propagandista de estas teorías, en este caso desde la Facultad de periodismo de la Universidad de La Plata, y nos hace imaginar y temer el clima en que se trata de formar a nuestros jóvenes, nos lo dice esta semana sin ambages: “Golpe, destitución o neogolpe. No se trata de una cuestión semántica sino política. La derecha variopinta trampea la letra y el espíritu de las leyes para impedir que el gobierno gobierne y provocar la caída de la presidenta”… y nuestro autor, aparentemente experto en alimentar las brasas y convertirlas en incendio, prosigue con implacable lógica y lenguaje militar y refiriéndose a la Senadora Latorre, rápida para pasarse de bando en el gran mercado de la política argentina: “El conglomerado amorfo de la derecha contaba con su voto para relevar del cargo a la flamante presidenta del Banco Central Mercedes Marcó del Pont, pero la senadora se les dio vuelta; lo que provocó un cataclismo en las fuerzas que apuntan hacia un único objetivo: obstaculizar toda medida adoptada por el gobierno, con la intención de impedir su gestión y desembocar en un proceso destituyente, es decir en un golpe de Estado, golpe blando o neogolpe. El Parlamento se convirtió en un verdadero campo de batalla, sobre el cual los principales representantes del oficialismo vienen trabajando con denuedo para socavar las filas derechistas. La actitud lograda por parte de Latorre da cuenta de por lo menos dos hechos: de la hábil capacidad de maniobra del oficialismo con minoría en las Cámaras y de que la oposición no es tal como bloque, que sólo se aglutinan para violar la Constitución; en ese marco la actitud de la legisladora santafecina es más que loable, puesto que privilegió el orden institucional”.
No podríamos añadir nada que allí no se manifieste claramente como síntoma de una mentalidad binaria de confrontación, de paranoia bélica y extravíos irracionales.
Hay posiblemente una repetición mecánica de las experiencias de los años setenta que consideraron siempre como derrotas y no como fracasos, con lo cuál abrieron el campo de las propias expectativas para repetir el intento, no ya por la violencia de las armas, puesto que el físico, el valor y los años no los acompañan, sino por la violencia del razonamiento y del discurso.
Retórica militar para llevar a cabo en definitiva, una mera guerra de papel, con operaciones mediáticas bien remuneradas, mucho pescado podrido como se dice en la jerga periodística, jugarretas políticas y compra de jugadores del equipo adversario. Una guerra con enemigos con quienes por lo demás, se comparte el country los fines de semana y las playas de Punta del Este en el verano. Un enemigo con el que además, se participa en la defensa del modelo de sojización, producción de Biocombustibles y megaminería.
Olvidan algo fundamental, que deberíamos estar preocupados por el país, que mientras ellos replican en la oposición similares comportamientos de bandos supuestamente irreconciliables, el país de los argentinos se hunde lentamente en una charca de arenas movedizas, que la farsa de cada día y los tribunos desorbitados no resuelven los problemas largamente irresueltos, que mientras ellos practican el poroteo de cada sesión para sumar votos en las cámaras, el país continúa siendo un enorme laboratorio para las biotecnologías, para los monocultivos, para el asistencialismo y para la ingesta de comidas chatarras. Se olvidan que pusieron sobre el fuego la olla a presión y que hace rato que suena la chicharra de la paciencia puesta a prueba…
Jorge Eduardo Rulli
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario