¿Esa es la cuestión?
Ulises y Pino o la inconsistencia de la política kirchnerista
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Ulises Forte y Pino Solanas presidirán las comisiones de Agricultura y Energía de Diputados. Dos resortes claves de la economía que por primera vez en años un gobierno no controlará directamente. El ascenso del ruralista y el cineasta someterá a las políticas del Ejecutivo a impugnaciones cruzadas desde ambos lados del espectro político. El fracaso de un modelo que se imagino totalizador.
La metáfora del momento actual del poder no podría ser más clara. El gobierno perdió el control de dos comisiones que representan el nervio de la alicaída riqueza argentina, esto es agricultura y energía; y se reservó por apenas un voto, Presupuesto y Juicio Político. Foto de un repliegue que refleja el progresivo alejamiento del oficialismo de la Argentina real, para refugiarse en la ilusión de la caja, de los resortes que garantizan la impunidad.
El presente sorprende así a los Kirchner, parapetados en una línea Maginot, tan frágil como puede serlo toda estrategia que ignora lo nuevo.Y lo nuevo es, por ejemplo, Ulises Forte. Este carismático ruralista, miembro destacado de Federación Agraria, que contra todas las maniobras del kirchnerismo, todo indica se terminará sentando en la presidencia de la Comisión de Agricultura de la cámara baja.
Cuesta imaginar un cambio más radical para el Gobierno, que perder el control de esa comisión, en manos de un sector que se convirtió en el símbolo de la derrota para Néstor Kirchner. Tan claro lo tiene el ex presidente que hizo del boicot a Forte una política de Estado. “Cualquier cosa, menos un ruralista en Agricultura”, bramó cuando se enteró que el ex vice de la Federación Agraria sonaba para el cargo.
Llegó incluso a habilitar una negociación vergonzosa con el PRO para que el macrista Christian Gribaudo se quedara con la comisión. “Nos ofrecieron de todo, son increíbles”, se le escapó a un miembro de esa fuerza opositora. Claro que el escarnio público que significaría para Gribaudo torpedear a Forte para terminar votado por los kirchneristas, supera cualquier oferta.Es ese uno de los límites dramáticos que hoy enfrenta el ex presidente.
Sólo los muy necesitados pueden aceptar incinerar su futuro –porque de eso se trata- para garantizarse cierta comodidad en el presente. Por no decir que arrastra además un historial de pactos incumplidos o cumplidos a medias, que luego de seis años de abusos, no lo ayuda en las negociaciones.
Forte no es cualquier ruralista. Este voluminoso militante radical, no suele amedrentarse frente a la prepotencia de la que hizo un culto el kirchnerismo. “Si me falta el respeto le bajo los dientes”, avisó antes de una de las tensas reuniones que la Mesa de Enlace tuvo con Guillermo Moreno en pleno conflicto con el campo.
El mensaje al parecer, llegó a oídos del Secretario de Comercio, porque en el encuentro exhibió la corrección de un diplomático inglés.Con Forte no habrá sorpresas. Su agenda será la del campo.
Tan clara como simple: liberar las exportaciones, eliminar la ONCCA o en todo caso desarmar su sesgo extorsivo, normalizar los mercados, comenzar a discutir un plan de largo plazo para reemplazar las retenciones por una estructura fiscal con una base legal más sólida, y en definitiva, darle al sector reglas de juego claras y estables. Incluso si por alguna razon interna la comisión termina recayendo en alguno de los otros agrodiputados -Pablo Orsolini o Ricardo Buryaile- el agravio para el gobierno sería el mismo.
Como sea, este pampeano, que seguramente será uno de los protagonistas del nuevo tiempo político que comenzó a cristalizarse en la sesión preparatoria del 3 de diciembre, es en algún punto el símbolo de lo que logró la enajenada política kirchnerista: que un hombre de la centroizquierda del ruralismo termine representando en el Congreso demandas que incluyen a todos los sectores del campo –incluso los más concentrados- en abierta confrontación con un Gobierno que se dice progresista.
Un Pino que tapa el bosque
Misma torpeza que ha logrado hacer de Pino Solanas un formidable adversario. Desde la estratégica comisión de Energía y Combustibles, el creador de “La hora de los Hornos” se prepara para macerar lentamente al kirchnerismo con un debate en el que dejará jirones de su humanidad política.
Es que Pino va a hacer algo tan sencillo como comprometedor: reclamar que el Gobierno cumpla con aquello que declama. Esto es una política de explotación de los recursos naturales que se diseñe en función de un proyecto de desarrollo nacional.
En esa línea dejará en claro que la fantasmal Enarsa no fue sino un farol para entretener a desarrollistas y progresistas confundidos, mientras la parte del león de la riqueza petrolera se le entregaba en un proceso muy oscuro y cruzado por denuncias de coimas millonarias, a la multinacional británica British Petroleum y sus socios locales, los hermanos Bulgheroni.
Estos viejos amigos del Proceso, se quedaron así gracias a la gentileza de Kirchner y la complicidad de Mario das Neves, con la concesión del estratégico yacimiento del Golfo San Jorge, el más rentable del país.
Con la misma soltura, Pino también reclamará la prohibición de la minería a cielo abierto. Como se sabe, esta técnica reemplaza las viejas minas de túneles y andamios por los explosivos. Se “descabezan” así las montañas y con toneladas de agua y alguna sustancia corrosiva (como el cianuro) se trabaja el material. El reclamo obvio es la afectación del entorno natural, y los riesgos de contaminación de suelos y napas.
Se trata de una actividad que mueve miles de millones de dólares y es factor de ingreso de sustentabilidad fiscal en provincias como San Juan, en la que opera la canadiense Barrick Gold en Veladero y Pascua Lama; o en Catamarca donde el consorcio suizo-canadiense Xstrata explota La Alumbrera. Incluso, el propio Kirchner tiene en Santa Cruz importantes inversiones como la concretada por la anglo-sudafricana Anglo Gold Ashanti, en las minas de oro de Cerro Vanguardia.
Un debate franco sobre estos tema en el Congreso, pondría sobre la mesa preguntas incómodas que exceden los cuestionamientos ambientales.
Como ser: ¿Quién controla y cómo controla -tanto en petróleo como en minería-, el volumen de riqueza que se está extrayendo? ¿Qué reaseguro tiene el Estado sobre la veracidad de la información que declaran las empresas? O incluso más inquietante aún: ¿Quiénes concentran la propiedad de estas concesiones? ¿Con qué criterio se los seleccionó? ¿Bajo qué condiciones las mantienen? ¿Cuál es la capitalización en términos sociales que recibe el país por la progresiva pérdida de recursos que por definición no son renovables?
Petróleo y minería son acaso dos zonas sagradas del kirchnerismo profundo, que hasta ahora lograron con cierto éxito permanecer ajenas a la mirada de otros poderes. Esto podría comenzar a cambiar con el ingreso de Pino Solanas al Congreso. Un hombre, acaso refractario a los códigos de seducción de nuevos protagonistas de estos negocios, como Cristóbal López o José Luis Manzano.
Como sea, la irrupción del cineasta y el ruralista en la pantalla grande de la política, revelan acaso la futilidad de una estrategia que se imagino totalizante, que aspiró a concentrar en un último comando a todas las expresiones. Fracaso de trasversalidades y concertaciones, pero sobre todo sinceramiento de un dispositivo –el kirchnerista- que lejos de vertebrar un proyecto progresista, tenía como eje la sumisión a un poder, que como tantos, se rindió a la tentación de imaginarse perpetuo.
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